lunes, 6 de noviembre de 2017

CUENTO DE HALLOWEEN: Las dos hermanas y el castillo en llamas. II parte


CUENTO DE HALLOWEEN:

Por. Claudio E. Pompilio Q
Ilustración: Licencia Commons
Autor: Pulo


II 

Pasados los años, hasta ahora no puedo dar fe si lo que ocurrió en la madrugada fue real o solo el fruto de mi febril imaginación; lo único que puedo alegar es que desperté en medio de un mar de lujuria. 

Dos perfumados cuerpos femeninos cimbrean sobre el mío, mientras un tercero tras mi espalda, de extensos cabellos rojos y labios voluptuosos comen mi boca como queriendo destrozarla.

No puedo ver casi nada. La obscuridad de la estancia era tal que torpemente alcanzaba a ver la sombra de mi mano.

Solo sé que estoy que estoy echado de espalda sobre una mujer de senos pronunciados que me mantiene inmóvil aprensándome entre sus fuertes piernas.

Afuera la tormenta había terminado y no se escuchaba nada con excepción de los sensuales jadeos y quejidos de nuestras acompañantes que sin tregua acarician y recorren mi cuerpo excitado, tocando y estimulando aquellos lugares inimaginables donde ninguna dama decente se atrevería tocar.

El placer que me produce estos seres es tan grande que ni por un momento me detengo a pensar si es correcto o no, si es algo natural o una aberración infernal. Yo solo deseo más, sin importar como…

Una urgencia animal me quema las entrañas y nubla el entendimiento, haciendo que pierda la cordura, la moral y el pudor.

Por instantes me transporto a París, algunos años atrás, cuando en compañía de un grupo de amigos pruebo la Asenta, y el hada verde expande mi mente y obnubila la conciencia hasta despertar dos días después entre los generosos pechos de la bella mulata Marión, una de las muchachas de Madame Antoinette. 

Pero esta vez hay algo más… algo que no puedo explicar.

No es solo el placer físico y erótico que me prodigan generosas, tiene un componente mental que satisfactoriamente me hace sentir sucio. Un degenerado.

Me excita pensar que estoy cruzando la frontera de lo moral. Que cometo un pecado, y ese pecado me da gozo; por ello, sin hacer caso sigo adelante, dejándome hacer, como un viejo muñeco de guiñol abandonado en manos de su titiritero.

Ahora, cuando pienso en lo timorato y respetuoso que siempre he sido con el género femenino, e incluso con mi adorada Roxana, no puedo hallar explicación para aquel desenfreno carnal, mientras mi cuello y muñecas son perforadas y la sangre libada sin conmiseración, hasta que las fuerzas y el vigor se van extinguiendo. 

Repetidos golpes a mi puerta me despiertan…

-Señor, puedo pasar para ayudarle a vestir? Dentro de una hora se sirve el desayuno- escucho decir fuera del aposento.

Sintiéndome más agotado y confuso que la noche anterior, pesadamente me incorporo sobre la cama, froto los ojos, sacudo la cabeza y respondo con desgano.

-Puede pasar-

Aferrando entre sus grandes manos enguantadas mis zapatos recién lustrados, entra un joven lacayo de tez citrina. 

Con gran ceremonia saluda fríamente, coloca el calzado a la vera del lecho, se dirige a las ventanas que abre diligente permitiendo que entre un poco de aire fresco, y desaparece entrando al pequeño cuarto tocador del cual alcanzo a percibir el cambio de agua de la tina. 

Salgo de la cama, desnudo y tembloroso, sintiéndome confuso y con el sexo adolorido. Entro a la pequeña sala de aseo. El muchacho me mira dándome la impresión que desea decir algo, pero casi de inmediato baja la mirada. Por mi parte, estoy demasiado confuso para hacer preguntas. 

Entro a la tina y me siento en medio. El chico taciturno derrama agua tibia sobre mi cabeza haciendo que al contacto con el líquido, poco a poco me relaje y cierre los ojos reconfortado.

Con esmero talla mi espalda con un duro cepillo de gruesas cerdas, procurando no producir ningún mal. Frota mi cuerpo con hojas y sales perfumadas. Coloca una pequeña toalla tibia sobre el rostro que masajea dulcemente, me rasura con mimo y, finalmente siento que se retira, no sin antes verter un poco más de agua caliente dentro de la vasca. 

Aprovecho el momento para reponer fuerzas y cuando siento que el agua se enfría emerjo para vestirme y bajar a comer.

Fuera del aposento el joven me espera y guía hasta el comedor.

Lady Blanche me recibe afectuosa, interesada si dormí bien.

Por cortesía respondo que he descansado, pero no pude evitar mencionar que había tenido sueños extraños.

Curiosa pide que le cuente y yo relato lo que recuerdo. Ante la fantástica historia no muestra ninguna sorpresa, pero el lacayo que permanece firme tras ella hace un gesto perturbador.

-Tiene usted una imaginación prodigiosa mi querido señor. Debería dedicarse a escribir. Sin duda sería un escritor exitoso- dice sonriente mientras se lleva a los labios una taza de humeante Té negro –seguro todo ha sido producto de la tormenta, el cansancio y el pernoctar en una casa tan antigua- prosigue mientras comienzo a comer. 

-Sí, es posible. Nunca antes había soñado de esa manera- respondo sin fuerza.

-Se ve usted muy cansado. Sería prudente que se tome algunos días de reposo antes de continuar su camino para que pueda recuperarse totalmente. No podría perdonarme si algo malo le ocurriera durante el viaje. 

-Es muy amable pero no… - No pude terminar la frase porque la dama se levanta, va hasta la puerta, se gira para mirarme y agregar… 

-Será una verdadera alegría que usted sea nuestro invitado-

Solo alcancé a sonreír agradecer y sentarme mientras ella desaparecía tras la pesada puerta, no sin antes dar algunas inaudibles instrucciones al joven sirviente que, a cada palabra de su ama asentía con una graciosa flexión de cabeza. 

-Señor. No permanezca en esta casa. Huya en cuanto pueda y no regrese jamás. Esta casa está maldita y aquí solo encontrará la perdición. Si no se da prisa será demasiado tarde para salvarse. Ya el mal ha tomado interés en usted- Me advierte el muchacho que parece ser presa del terror, mientras desesperado mira en torno, como si alguien más pudiera escucharle. Pero antes que yo pudiera reaccionar y preguntar el significado de sus palabras, imita a su ama escapando apresuradamente, dejándome solo ante una mesa abarrotada de viandas.

Mi instinto me grita que debo obedecer y marchar, pero me siento tan extrañamente agotado que solo permití que se marchara, flotando en mi mente un remolino de preguntas sin respuestas.

Pensando hacer caso a la extraña petición termino de comer y como puedo regreso a la habitación con la firme intención e recoger mis cosas y partir sin dilación, pero me asalta un repentino sopor, obligándome a sentar en el borde de la cama, donde segundos más tarde caigo inconsciente. 

Debí dormir toda la jornada porque al despertar la habitación estaba nuevamente iluminada y dos magníficas jóvenes de prominentes pechos ataviaban todo para servir la cena.

Al verlas trato de levantarme pero un fuerte mareo me hace trastabillar, así que aborto el intento.

Las chicas me miran al mismo tiempo, se ríen con picardía y vienen a mi encuentro para asirme por la cintura y guiarme hasta la mesa engalanada. 

-Estoy agotado!- dejo escapar como en un murmullo mientras ellas se retiran en medio de sonoras carcajadas.

Como y bebo sin ganas, casi por instinto, envuelto por un silencio mortal. Cierro los ojos por unos minutos y apoyo la espalda sobre el suave respaldo de la bergere, para luego abrirlos sorprendidos al posar la mirada sobre un rostro conocido que me observa colgado sobre la parte alta de la pared en el cuál creo reconocer la imagen de una bella mujer de encendida cabellera. 

Me levanto súbitamente como impulsado por una fuerza desconocida y con una de las lámparas de gas tremando entre los dedos de mi mano derecha, me aproximo a la pintura para observar de cerca aquella creatura misteriosa, pero al iluminar su semblante la sangre se hiela en mis venas y un estremecedor escalofrío me recorre la espalda al reconocer aterrado los rasgos de la mujer que “en sueños” amé hasta el amanecer.

-Cómo es posible?- me pregunto retrocediendo violentamente.

Desde el lienzo, los ojos de la dama parecen seguirme. Me miran con deseo y odio, como queriéndome traspasar con la mirada.

Deseo correr. Escapar. Mi instinto de supervivencia despierta y alerta peligro, pero es tarde…-

Mi cuerpo tiembla de forma incontrolable y solo puedo alcanzar el lecho sobre el que caigo de bruces al tiempo que todo gira como en un tiovivo descontrolado.

Durante horas permanezco exánime, inmovilizado por el espanto, como en estado catatónico.

Las jóvenes retornan a la habitación, me alzan del lecho, desnudan, untan con un ungüento fuertemente perfumado y se marchan sin decir palabra, dejándome tendido sobre la cama, acostado de espalda y sin cubrirme, con las suaves sábanas de seda plegadas bajo mis pies.

Me siento abandonado, profundamente desvalido y en mi mente flota la advertencia “aquí solo encontrará la perdición. Si no se da prisa será demasiado tarde para salvarse. Ya el mal ha tomado interés en usted”. 

Desosegado, incontenible lágrimas empapan mi rostro y comienzo a rezar implorando protección contra un enemigo desconocido “ “hasta que las dos sirvientas regresan desnudas, tomadas de las manos y con los largos cabellos sueltos descendiendo sobre sus pechos.

Sin mediar palabras se lanzan sobre mí como dos fieras en celo y comienzan a acariciarme y besarme frenéticamente. Sus lenguas incansables recorren cada palmo de mi piel e impúdicas se une, una a la otra, enroscándose como dos víboras que copulan en el aire. 

El terror y el goce me invaden nuevamente, pero no puedo moverme y mucho menos hablar. Un nudo invisible oprime mi garganta y por más intentos que hago no puedo producir el menor sonido; mucho menos cuando ella, la mujer del cuadro, aparece frente a mí, provocando que sus esclavas se retiren para ofrecerme como cordero para el sacrificio.

Mientras su gélido cuerpo trepa sobre el mío, y su rostro se aproxima a mi cara constato con espanto que es idéntica a Lady Blanche, pero sin saber cómo, sé que no es ella. 

Igual que en la noche anterior el bello espectro me convierte en objeto de placer y solo sé que todo se ha consumado al sentir en mi cuello y muñecas dolorosas punciones que permiten el continuo flujo de mi sangre hasta perder el conocimiento. 

A partir de ese fatídico momento mi fuerza y voluntad fueron menguando. Durante incontables noches se repite la misma escena hasta que exánime, una noche no puedo recobrar el conocimiento. 

Semanas más tarde, una mañana, sintiéndome abandonado por Dios, sin esperanzas, resignado a continuar vegetando hasta que el final me alcanzara, Woodwood , que silenciosamente se ha ocupado de mí desde mi llegada a aquella casa, evitando que muera, me da tomar una amarga infusión que reanima, me ayuda a vestir y pide que le acompañe.

Desconocía donde quería llevarme, pero el solo pensar que podría salir de aquellas cuatro paredes y tomar algo de sol me hace tener un rayo de esperanza.

Atravesando pasillos y bajando estrechas escaleras llegamos a un pequeño patio soleado donde alcanzo un banco de hierro bañado por el espléndido sol de la mañana.

Reconfortado por el tibio abrazo solar mi cuerpo parece reaccionar y recobrar vida.

Cierro los ojos y me abandono a la luz hasta que mi guía regresa cargando una inmensa bandeja con platos de carne y jugo de naranja.

-Le hará bien alimentarse- dice mirándome por primera vez a los ojos y con un semblante que podría describir, de amable condescendencia.

Si bien es cierto que mis carceleras me alimentan, sorprendentemente no puedo resistir el ágape dispuesto ante mis ojos, y sin mayor dilación lo devoro cual animal hambriento. 

Al poco rato había dado buena cuenta de la comida y satisfecho no puedo dejar de preguntar…

-Porqué me retiene aquí? Porqué a mí?-

El muchacho baja la cabeza con pesar y con voz casi imperceptible responde titubeante.

-Lo mismo han preguntado otros antes de usted, pero yo no puedo darle la respuesta que busca. Lady Blanche podrá dilucidar todas sus inquietudes-

-Pero como puedo preguntarle si tengo semanas que no la veo?-

-Yo lo llevaré ante ella. Lo está esperando-

-Donde. Cuando?-

-Ahora mismo. Pero debemos ir hasta la otra ala del castillo-

-Entonces no perdamos tiempo, vamos- respondo levantándome de un salto ansioso de encontrar respuestas y sobre todo soluciones a lo que me ocurre. 

Con el mayor sigilo transitamos por pasillos y galerías atestadas de cuadros y grandes candiles, mullidas alfombras, flores y puertas cerradas hasta llegar a un espacio lleno de luz. Pero esta no es una luz natural. Como en el resto del edificio las ventanas estaban cerradas y las pesadas cortinas corridas cuidadosamente, impidiendo el menor resquicio por el que la luz natural penetrara en la morada.

Al centro de la habitación azul, olorosa a flores de otoño; “Amarilis, Cala Alcatraz, Narcisos, Jazmín chino, Alhelí de invierno”, encontramos a Lady Blanche parada delante de un colosal retrato de una dama.

-Hermosa verdad?- pregunta sin girarse al sentir mi presencia.

-Muy hermosa realmente. Quién es?-

-Mi madre. Retratada algunos años antes de su matrimonio- responde dulcemente sin apartar la mirada del retrato.

-Tome asiento querido amigo. Sé que tiene muchas inquietudes y yo voy a disiparlas. Pero primero permítame contarle nuestra historia-

Hechizado por el irresistible encanto de la dama sedo a su requerimiento sentándome sobre un elegante canapé de seda que ella indica con un sutil signo de su mano profusamente enjoyada.

-Comprendo su desconcierto y preocupación. Usted ha sido desafortunado al llegar a esta casa, porque fatídicamente en ella reside el mal- ante tales palabras mis ojos se abren asombrados. Al percibir mi reacción se aproxima, toma asiento a mi lado y dulcemente da algunas suaves palmadas sobre mi hombro izquierdo tratando de calmarme. 

-Desde su llegada a esta casa usted se ha sentido mal. Ha estado muy enfermo y vivido situaciones inimaginables que seguro duda si se trata de sueños o la realidad- afirmo con la cabeza. –pero debo decirle que todo es real. El decaimiento físico, las orgías nocturnas, el punzante dolor en el cuello y las muñecas… Todo eso tiene un responsable y una causa. Mi hermana y que usted es su alimento-

Desconcertado no puedo creer y mucho menos comprender lo que escucho. Por un momento pienso que se trata de un juego de mal gusto, una broma pesada, pero no, Lady Blanche continua su relato.

-Todo inició en Hungría, cuando éramos niñas. Nuestros padres habían dejado Inglaterra para instalarse en una apartada región, llena de supersticiones, donde tenían un viejo castillo.

Al principio éramos muy felices, jugando en los campos y escuchando los relatos de las viejas sirvientas.

En ese bucólico ambiente, mi hermana y yo nos fuimos transformando en señoritas. Unas gemelas muy distintas entre sí; yo rubia como mi madre, ella pelirroja como nuestro padre.

Una tarde regresando de una pasea a la villa encontramos a los siervos del castillo convulsionados en los jardines. Habían asesinado a mi madre, gritaban, y ellos la habían encontrado yaciendo sobre la tierra en un apartado recodo del jardín de rosas., con la mirada petrificada y dos profundas perforaciones en el cuello del que brotaba un delicado hilo de sangre.

De inmediato mi padre ordena la cacería del asesino pero por más esfuerzos que realizaron los grupos de busca, no lograron hallarlo.

Tras el sepelio y el duelo oficial, padre comienza a enloquecer de dolor. Se apartó de todos mudándose a una de las torres de la fortaleza donde ordenó le fueran llevados innumerables libros antiguos y extraños manuscritos en lenguas incompresibles que hasta ese momento había permanecido resguardados bajo cadenas en la biblioteca, y cuyo contiendo teníamos prohibido conocer. 

En su reclusión dormía de día y vivía de noche, devorando cada texto, como obsesionado en la búsqueda de algo desconocido que no lograba encontrar.

Con el paso de los meses mi hermana y yo pudimos observar como perdía la cordura.

Nos prohibió aproximarnos a él, pero desde lejos le vigilábamos, presenciando con espanto su dramático cambio físico.

Mal alimentado su cuerpo fuerte comienza a consumirse. Dejó que su cabello y barba crecieran en desorden. Se negaba a asearse y llegó a semejar un animal en cautiverio, hasta que una helada noche de otoño, como estas que vivimos, se escuchan terribles voces pidiendo auxilio que provenían de la torre,

Gritos y aullidos espantosos que despertaron a toda la servidumbre quienes enloquecidos se agolparon en el centro del patio, rezando y llorando, esperando nuestra llegada.

El capataz no sabía qué hacer con el desorden, pero al vernos corre a nuestro encuentro para recibir órdenes.

-Vamos a la torre. Los gritos provenían de ella y creo era la voz de mi padre la que pedía auxilio- dije con firmeza mirando hacia la atalaya. 

Temblando tomé una de las antorchas y me encaminé hacia la entrada. La puerta estaba abierta así que penetré sin pensar en lo que hacía, seguida por mi hermana, el capataz y varios siervos, encontrando solo oscuridad y silencio.

La tensión nerviosa era tal que el menor rumor podría haber desatado una crisis de nervios, pero sacando fuerzas, no sé de donde, comencé a subir los fríos peldaños de la escalera de piedra que daban al espacio que servía de refugio a mi progenitor.

A un punto el corazón parecía querer salir del pecho y el menor ruido era exaltado haciéndonos helar la sangre.

Al llegar a la estancia la visión era dantesca. Todo estaba en desorden. Libros volcados por doquier, cristales rotos, manuscritos destrozados y en un rincón cercano a la ventana. Tendido sobre el suelo, mi padre sin vida con el cuello y las muecas destrozadas.

Traté de evitar que mi hermana contemplara la terrible escena pero fue inútil. 

Ella se arrojó sobre el cuerpo sin vida abrazándole tan fuerte que fue difícil separarla del cadáver. 

Lívida como el hielo ordené que el cuerpo fuera llevado a la casa, bañado, perfumado y engalanado con las mejores ropas para velarlo en la capilla, pero sentí el miedo de los sirvientes que aterrados miraban al suelo y rezaban sin cesar produciendo un murmullo que por momentos se me hacía insoportable, al punto de creer enloquecer.

Es así como, sola, sin hermanos varones, ni familia cercana, a los quince años debí tomar el control de nuestras vidas, de la casa y las posesiones familiares-

Agotada por la intensidad de la historia, Lady Blanche se detiene para servir una copa de vino que le humedezca la garganta.

-Lady Blanche. No entiendo que tiene que ver su terrible relato con mi situación-digo de improvisto incapaz de entender. 

Ella regresa a su puesto y continúa el relato sin prestarme atención.

-A partir de la muerte de mi padre comenzaron a ocurrir hechos extraños en la comarca. 

Aparecieron los cuerpos sin vida de jóvenes campesinas, más tarde fueron cayendo nuestros sirvientes, es así como una mañana mi hermana y yo nos encontramos solas en aquella enormidad que llamábamos casa, apoyándonos mutuamente para sobrevivir, recogiendo en el bosque pesados troncos para alimentar el fuego y calentar la poca comida que nos quedaba cuando una tarde vimos en medio del patio a un hombre de colosales dimensiones rodeado por un grupo de grotescos seres que a su orden comenzaron a atacar el castillo forzando su acceso. 

Tratando de salvarla tomo la espada de mi padre y pido a mi hermana que corra hacia los sótanos para esconderse mientras pruebo detener al intruso, pero pobre de mí, todo esfuerzo fue inútil.

No sé cómo pude creer que una enjuta muchacha tendría la fuerza para evitar la debacle, pero si puedo asegurar que luché con todas mis fuerzas, tal como lo habría hecho una leona defendiendo a su territorio, pero el poder del desconocido era tan grande que, con un solo brazo logró dominarme, apretando mi cuello y elevándome al aire. 

La presión de su mano sobre mi garganta aumentaba al tiempo que mi sangre se agolpaba en el rostro y casi no puedo respirar, hasta que, inesperadamente me lanza al suelo, donde pierdo la conciencia. 

Desperté cuando un dolor insoportable manaba de mi cuello, y pude ver con horror como era succionado por el demonio, que libaba con placer la sangre que le ofrecía.

Satisfecho me deja tendida sobre el suelo, mareada, confundida, y baja a los sótanos en busca de mi hermana. 

Cuando recuperé la conciencia vinieron de golpe a mi mente las espantosas historias de la servidumbre. Relatos sobre hombres y mujeres de la noche que vagan sin descanso entre las sombras casando a inocentes victimas para tomar su sangre y tras hacerles beber de la suya, convertirles en semejantes. 

Sobrecogida descendí hacia las oscuras galerías. No sabía qué dirección tomar, asi que decidí hacer caso al instinto, pero llegué demasiado tarde. 

No puedo decirle lo que ocurrió en las entrañas del castillo porqué yo misma lo desconozco. Imagino que logró encontrarla e igual que a mi bebió su sangre casi hasta arrancarle la vida. 

Cuando les encontré, con apariencia mortal, ella bebía la sangre del infectado hasta que esta la aparta de sí y con un rápido movimiento logra escapar para nunca más volver a nuestras vidas.

A partir de aquel momento nuestras vidas se convirtieron en un infierno. En la aldea corrían rumores que el castillo estaba maldito y que de él nadie salía con vida. Después del tramonto Mary escapaba para ir a las aldeas cercanas donde se alimentaba, primero de jóvenes vírgenes, luego de cualquier ser viviente que encontrara en su camino. Yo por el contrario moría de hambre al no querer hacer daño a nuestros vasallos así que debía ir al bosque para alimentarme de cualquier pequeño animal que pudiera cazar.

Ese parecía ser nuestro sino hasta que una noche, las voces de un tumulto enardecido que se acercaba a nuestro hogar para vengar la muerte de sus seres queridos me alertaron del peligro y protegidas por un joven leñador que Mary había convertido en su favorito logramos huir. 

Pagando inmensos sobornos en las fronteras y escondidas en ataúdes logramos llegar a Inglaterra donde hemos permanecido encerradas en este castillo porque no podemos exponernos a la luz solar.

-Por eso las ventanas cerradas a cal y canto- pienso en alta voz.

-Pero usted parece una mujer normal. Muy hermosa y llena de vida-

-Sí, pero a pesar de mi aspecto ya no pertenezco al género humano-

-Entonces que son?- pregunto sorprendido.

Lady Blanche guarda silencio, baja la mirada y deja escapar un profundo suspiro.

-Nos llaman vampiros. No vivientes que deben alimentarse con sangre humana para poder subsistir-

-Entonces esa es la razón por la que me mantenéis cautivo!-

-Yo me he opuesto a su cautiverio, pero Mary lo ha escogido como alimento y…-

-Y?- pregunto aterrado imaginando la respuesta.

-Lo desea como semental-

-Semental?-

-La noche de walpurgis usted será llevado a un lugar consagrado en medio del bosque. Allí se reunirán nuestros semejantes y las criaturas de la noche. En medio de antiguos ritos ella hará que copulen para en ese momento quedar preñada y arrebatarle su vida.

-Con qué fin?- pregunto desconcertado.

-Un hijo de ustedes sería el inicio de una nueva raza, mitad humana, mitad vampiro, que tendría como misión exterminar a la población y repoblar al mundo para que reinen los no vivientes. 

-No. No puede hacerlo- grito fuera de mi negándome a tener ese destino.

-Mary lo ha intentado varias veces pero las cosas no han salido bien. La mayoría de los hombres retenidos no han logrado sobrevivir hasta la celebración, eran débiles o enfermos. Pero usted es diferente. Posee una fuerza de alma que la incita- 

-Entonces que puedo hacer?-

-Hay una forma que lo liberaría a usted y nos daría la paz a nosotras-

-Cuál? Estoy dispuesto a todo-

-Solo existe un camino. Destruirnos!.

Yo no le temo a la muerte porque no tengo vida, más bien ansío desparecer, pero Mary es diferente, No será fácil acabar con ella-

Con los pensamientos revueltos en mi cabeza por las increíbles revelaciones que la dama me ha ofrecido, me hundo en un mar de dudas y razonable temores.

-Pero usted es su hermana. Cómo puedo estar seguro que no miente y que todo esto no es más que una representación para ganar mi confianza y facilitarle el camino a Lady Mary-

-De ser así no me habría tomado tantas molestias para traerlo a mi presencia. Tampoco hubiera ordenado que le cuidaran y alimentaran. Hubiera bastado aparecer en su habitación. Pero puede estar seguro que mi intención es sincera.

No diré que quiero salvarlo porque soy la hermana buena. Lo hago por egoísmo. Porque estoy cansada de permanecer en las sombras, cazando animales como un animal más, tal como vio la noche de la tormenta, cuando forcejeaba con los espectros de Mary para evitar que me quitaran el alimento-

No señor mío, no miento. Ser destruidas sería para nosotras una liberación.

-Y que tenemos que hacer?- pregunto con temor a equivocarme.

-Por ahora debe regresar a su habitación. Alimentarse bien para tener fuerzas. Ceder a los requerimientos sexuales de Mary y sobre todo, permitir dócilmente como hasta ahora lo ha hecho para no despertar sus sospechas y esperar-

-Espera qué? Ser asesinado!-

-Esperar la noche de walpurgis. Solo quedan algunos días. Tratar de escapar por sus propios medios como ha cruzado por su cabeza sería un empeño fallido. El castillo está vigilado por los seguidores de mi hermana y no le permitirán siquiera llegar a la fuente de Neptuno-

-Y en Walpurgis?-

_Usted deberá fingir que no sabe lo que ocurre. Ella puede presentir que algo no está bien pero no podrá estar segura. En medio del bosque habrá un altar ceremonial donde será depositado. Allí los educirá y usted fingirá que lo logra. Bajo el mantel esconderé una estaca de madera que usted tomará antes del climax y enterrará en su corazón. Solo así podrá liberarse. 

-Y usted? Qué pasará con usted?

-Cuando Mary caiga muerta sobre el ara habrá un momento de gran confusión que yo aprovecharé para lograr que nuestros hermanos huyan y en ese momento usted deberá liberarme procediendo de igual manera-

-Y no existe otro modo? No hay posibilidad de salvarse?-

-Esa es la única manera. Por su pureza usted cree que me estará haciendo mal pero se equivoca. Con ese acto permitirá que termine mi tránsito entre las sombras-

Quedo sin palabras pero con la certeza de lo que tengo que hacer. No es una empresa fácil. Es un terrible desafío el que se me ha impuesto, pero no existe otra alternativa. No puedo dejarme ganar por los sentimientos, los escrúpulos o la razón. Simplemente debo actuar para sobrevivir.

-Ahora es mejor que parta. Milton lo conducirá de regreso. Puede confiar en él porqué aunque usted no lo crea, él ansía tanto como yo terminar con esta pesadilla.

Jamás como ene se instante sentí tanta ternura por alguien. Parada frente a mí, con su primoroso traje blanco parecía la más frágil de las mujeres y no pude evitar que mi corazón se encendiera de pasión y estuviera dispuesto a jugarlo todo a una única carta. 

Unas horas más tarde, en la soledad de mi jaula de oro he logrado poner en orden los pensamientos y encontrar fortaleza para luchar sin tregua contra los escrúpulos.

En calma y fingiendo estar en estado de confusión espero a mi carcelera, pero esta no llega. Tampoco mis celadoras, que solo las escucho tocar a la puerta y dejar la cena sobre una bandeja de plata abandonada al pie de la misma. 

Lo mismo ocurre al día siguiente y el que le precede, haciéndome cuestionar si la conjura había sido descubierta, pero una fugaz visita de Milton me tranquiliza al confirmar que todo sigue en marcha y que la ausencia de Lady Mary en mi lecho solo se debe a su prevención de dejarme reposar para que me encuentre en plana forma para nuestro inminente encuentro sexual.



















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